lunes, 5 de diciembre de 2016

Cada día tengo más claro que a medida que la humanidad evoluciona, los humanos no hacen más que involucionar. 
¿Hacía dónde nos dirigimos? Porque en mi cabeza nada de esto tiene sentido. 

Somos títeres, en un espectáculo superficial y lucrativo. Y ni si quiera creo que haya unas "cabezas pensantes" detrás de todo esto. 
Nos creemos seres superiores y sin embargo, estamos siendo controlados y manipulados por todo aquello que hemos creado. Creamos el dinero en algún momento de nuestra historia, como un medio para lograr el intercambio de bienes. Pero todo eso cambió, y ahora el dinero es un fin en sí mismo. 

Miles de años después y Platón sigue teniendo razón con su caverna. 

Vivimos en un mundo que no existe, dónde importa más la foto que el momento, y el match en Tinder que la mirada de la persona que tenemos justo enfrente. 

Somos borregos, a los que nos gustan las mismas cosas y que odian las mismas cosas. Porque en el fondo lo odiamos todos. Odiamos nuestra existencia, porque está vacía y carente de sentido y al final del día hay pocas cosas de verdad a las que aferrarnos. Pero lo enmascaramos con un par de pastillas, instalando otro juego en el móvil, empezando otra serie, compartiendo en instagram una foto del libro que no estás leyendo porque el móvil te interrumpe cada vez que alguien le da a me gusta. 

Y cuando encontramos una causa por la que creemos que merece la pena luchar  nos aferramos a ella y no aceptamos la autocrítica. Porque nos da miedo descubrir que el sistema está corrompido hasta tal punto que no hay nada realmente válido. Pero cogemos todo ese odio que sentimos y lo lanzamos contra los demás, los que sentimos diferentes a nosotros. Porque es más fácil que aceptarnos. Porque aceptarnos es lo más difícil de todo. 

Primero debemos parar. Por muy complicado que nos lo ponga esta sociedad frenética y acelerada, debemos parar y quedarnos a solas con nosotros mismos. Pocas veces somos conscientes de lo que realmente pasa a nuestro alrededor, ni de lo que realmente pasa en nosotros. Porque nos han hecho impacientes, adictos a la gratificación inmediata. Pero solo hay una manera de terminar con todo esto y empieza por ser verdaderamente conscientes.


3 comentarios:

  1. Parar y tratar de ser auténticos en el día a día, con lo difícil que puede llegar a ser eso. Gracias por tu acertada reflexión, un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Toda la razón en estas líneas. Comenzamos (por no decir que ya estamos acabados) a sentirnos llenos conforme más vacíos estamos y no se hace nada al respecto hasta que no se toca fondo y ahí determinamos nuestro punto de inflexión.

    Muy acertado, espero seguir leyéndote.

    rugiresluchar.blogspot.com.es

    ResponderEliminar
  3. Nos volvemos eco de lo que fuimos, y sostenemos pasos aún pensando los prescritos.
    Nos volvemos crítica y envolvemos en yoismo , cuando el egoísmo rebosa por las costuras de nuestro abismo


    Lo hacemos.

    Un abrazo

    ResponderEliminar