jueves, 24 de abril de 2014

Creo firmemente en esa frase que dice que no tomes decisiones cuando estés enfadado ni hagas promesas cuando te sientas feliz. Y me atrevo a incluir un par de acciones más. No es buena hablar cuando estás enfadado. En ese momento límite en el cual la ira es tal que no sólo no controlas tus palabras sino que no escuchas tus pensamientos. En esos momentos en los que somos bombas de relojería a punto de estallar.
Y si por un momento consigues mantener la calma y te paras a pensar, esa ira te abandona tan rápidamente como ha llegado. Se disipa. Y en su lugar te embarga una fría indiferencia, un amargo rencor, una sorprendente calma... A veces un poco de todo.
Por eso es recomendable respirar profundamente y pensar detenidamente el motivo de tu enfado. También se puede descargar el enfado contra el mobiliario de tu casa, el suelo, tus seres queridos o un teclado. No puedo garantizar los posibles efectos secundarios.

Con la felicidad pasa algo parecido. Pero cuando podemos decir: Soy feliz, con pleno conocimiento de causa. ¿Dejamos de ser felices en el momento en el que nos cuestionamos si lo somos? ¿O tal vez tratamos de alcanzar un ideal, un estado que no existe despreciando todos los momentos intermedios?

sábado, 19 de abril de 2014

¿Qué es eso a lo que llaman amor?

Mira, ojalá pudiera desmitificártelo en pocas palabras, decirte sencillamente que es una fuerza creada por todos los seres vivos, que nos rodea, que nos impregna y mantiene unida la galaxia. Que está en tus células. Literalmente. Que esos microscópicos bichos hippies del amor corren por tus células y te conectan con el amor, o cualquier otra teoría pseudobiológica metafísicamente absurda. Pero la verdad es que hay diferentes tipos de amor y diferentes maneras de amar, y en realidad nadie entiende lo suficiente ninguno de esos tipos y maneras para decir algo que no sean más que tonterías con ciertas tendencias al sentimentalismo.

El primer viaje de Sócrates . Emil Ostrovski

domingo, 13 de abril de 2014

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Prefiero leer a escribir. Porque yo siempre he sido muy vaga. Aunque interiormente yo soy más de retos, últimamente intento no complicarme la vida. Bastante se complica ella solita sin necesidad de que yo haga nada.
Prefiero leer a escribir. Porque leer es más pasivo. Porque leyendo no tengo que pensar en mí. Prefiero dejarme absorber por una buena historia que por mis pensamientos. Y eso tal vez sea una señal, de algo. Tampoco tengo ganas de pensarlo. Hay días que pienso que podría pasarme la vida leyendo. Renunciar a vivir tiene sus cosas buenas y sus cosas no tan buenas.
Prefiero leer a escribir. Y sí, también me gusta mucho repetirme. Pequeñas manías.
Pero aquí estoy. Escribiendo, pensando, viviendo y leyendo. Bueno, ya dije que siempre he sido más de retos.