domingo, 1 de febrero de 2015

Había una vez una historia maravillosa, de esas que ya no quedan.

Había una vez una historia maravillosa y tú aparecías en ella. No era una historia de princesas ni sapos encantados. De superhéroes y villanos. No fue una historia con un desenlace inesperado ni murió ningún protagonista. Fue una historia tranquila, narrada en un tono pausado. No había flashes al pasado, giros argumentales. En esta historia no había buenos ni malos.
Sólo estábamos tú y yo. Y todo por lo que pasamos.

Hubo sonrisas y hubo llantos. Rompimos a reír, a llorar, llover, volar.  Hubo miles de personajes a nuestro lado... pero lo verdaderamente importante siempre estuvo ahí. Sin faltar ni un sólo día, en ningún momento. Podría contar miles de cosas acerca de esta historia, algunas entrañables y hoy por hoy dolorosas, otras que siguen siendo graciosas, cosas tristes, cosas sorprendentes y cosas banales. Pero la verdad es que esta historia sólo nos pertenece a nosotros. 

En esta historia no hubo final feliz, Por fin he entendido que los finales felices no existen. Es otra treta más de los artistas, que nos mantienen pegados a un libro/película esperando ese gran final donde todo se resuelve, donde el chico besa a la chica. Un final sin villanos y con superhéroes satisfechos volviendo a casa. 

Pero no, el verdadero final de toda historia no termina nunca así. Porque después de ese beso vendrán más y puede que también lleguen peleas y decepciones. Porque nunca se terminarán los villanos y pocas veces volvemos a casa totalmente satisfechos. Porque toda verdadera historia termina con la muerte. Estamos vivos hasta que morimos. Y mientras estamos vivos vivimos cosas, y no siempre somos felices pero es nuestra única oportunidad de intentarlo. Porque no podemos esperar al final para ser felices, Porque al final simplemente morimos.Y la muerte no es feliz. 

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