Te escribo todo aquello que no puedo (o debo) decirte.
Te escribo porque no te he olvidado, aunque te haga ver que sí. Te escribo porque aún necesito contarte como va mi día, pequeñas cosas que a cualquiera no contaría, por insulsas, cotidianas. Pero al final esas pequeñas cosas que componen mi día y me hacen ser como soy. Y a ti conocerme en todas mis facetas, cuando estoy más dormida, enfadada, indignada con el mundo, feliz porque aún me queda chocolate en la nevera, triste porque se terminó mi serie favorita, orgullosa porque ya me hago yo sola la comida, cuando tengo miedo después de una pesadilla.
Te escribo porque sé que nunca me leerás, por ello me permite contártelo de una vez todo. Contarte que sigo hecha un lío. Que te necesito a mi lado, que me conformo con que solo sea a ratos, me conformo con sentirte cerca aunque estés muy lejos,
Contarte que tengo miedo, de estar sin ti y de estar contigo. Miedo de sentirme sola. Miedo de sentirme mejor sola. Miedo del futuro, de olvidar el pasado, de no vivir el presente.
Tengo una sensación que todavía no he aprendido a describir.
Te juro que nunca pensé en escribirte esto. Te prometo que muero porque un día por casualidad, de repente lo leas. Y por fin comprendas.
Tal vez para ese día sea feliz. Y yo espero que tú también lo seas. Porque aunque nunca llegues a encontrar esto te deseo lo mejor. Porque nunca sabremos donde nos llevaran los caminos, pero me encantaría coincidir contigo en esta vida. Y en las mil vidas siguientes. Coincidiría contigo en todas y cada una de ellas. Y si no crees en las coincidencias tal vez nos encontramos porque nos estábamos buscando. Me gustaría pensar que todo esto es más que una casualidad del destino.
Que todo estaba escrito, aunque nadie vaya a leernos cariño, estábamos haciendo historia.
¿Fin?
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