Tengo el pensamiento enloquecido, alborotado, literalmente pegando saltos. Pensemos en una idea como en un sujeto sin determinar que se ha colado en una fiesta donde no conoce a nadie, y para disimular empieza a hablar con familiaridad con todo el mundo. Cierro los ojos y consigo verla en mi cabeza, despertando miles de pensamientos inconexos. Se va de un lugar a otro hasta perderse entre la multitud. Y ya no distingues esa idea, pues se ha formado una cacofonía de reflexiones. Voy a ser explícita, la lista de tareas pendientes para la semana se ha mezclado con un cálculo mental de tu presupuesto mensual. Tus planes futuros se diluyen con divagaciones variadas para luego desparramarse encima de situaciones pasadas. Todas las conversaciones incompletas retoman sus diálogos junto a todas las conversaciones que no llegaron a empezar más allá de tu cabeza. Y de nuevo intentas recordar la idea causante de todo este desastre, el origen de toda esta excitación mental; pero como ocurre con tantas cosas en esta vida, éste se ha vuelto difuso. Y pruebas a escribirlo, tal vez volcar ese torrente de pensamientos en un papel tomando de prestado una segunda voz te permita sosegar lo suficiente a tu mente como para intentar conciliar el sueño.
Gracias a que encontré tu blog por casualidad, me gustan tus palabras.
ResponderEliminarTe sigo!
Un saludo
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